Vengo a decir adiós

Es raro, porque yo soy más bien de despedirme a la francesa, sobre todo en las fiestukis cuando estoy harta o aburrida y no quiero incomodar al anfitrión que quiere seguir emborrachándose tranquilamente y no teniendo que convencerme de que «venga va, la última».

Y sin embargo me sale decir adiós, aunque solo tenga sentido para mí.

No sé explicar bien con palabras quién soy o lo que quiero, pero lo voy intuyendo. Soy otra. Soy otra.  No quiero hacer recuento ni nada parecido. Las cosas van pasando y ya está. No tengo nada que decir por aquí, no le veo el sentido.

Me está doliendo un montón el cambio. Es como si mudara de piel. Y como es habitual en mi, va y lo somatizo a la perfección. Desde el día 5 que se fue Ehyeiba y «baje la guardia» y hasta ayer, he tenido los dolores que no he tenido en la vida. Yo. Yo. Que nunca me duele nada. Ja.

Todos y cada uno de mis huesos músculos se han dolido, todo juntos y todos los días. He querido llorar y no he tenido lágrimas. Igual soy de piedra.

Hasta ayer también tenía dudas sobre si volvería. Ha habido momentos de desierto y bolas de esas de las pelis del oeste.  O de una viejecita caminando cruzando muy lentamente y una bolsa de plástico que baila con el viento.  ¿Era yo ?

Volveré. Igual hasta tengo que deciros «Eh! que sí, que soy yo!», porque tan segura estoy de que volveré como de que seré otra. Soy otra, ¿ lo había dicho ya?

Y no, qué va, no soy de piedra. Por fuera parezco de nube de chuche que es uno de mis disfraces de ir por casa, que me funciona bastante bien. Y yo pensaba que debajo era de piedra. Y resulta que no es piedra, soy un terrón de azúcar, más bien. lo sé porque han caído cuatro gotas y me he derretido.

Este verano ha estado lleno de lecciones en forma de h*stias, como todas las lecciones. No todas las he aprendido y volveré a repetir algunos errores.

Lo que me ha quedado claro es que soy más fuerte de lo que creo, mucho menos de lo que me gustaría. Que soy valiente (depende de cómo se mire), que no tengo miedo.

Que tengo muchas ganas de cosas buenas.

Que confío, y que estoy a salvo. Es mucho, ¿no?

Adiós, Bilú, mi patilarga.

Mejores amigas
                       Mejores amigas

Bilú se ha largado a la francesa, así como es ella, sin pedir permiso y sin molestar a nadie, sin aspavientos ni moñadas. Igual que vino a casa. Igual que nos eligió hace ya .. uff! cinco años, cinco meses y cinco días exactamente.

Violeta cree que la eligió ella, de entre todos los perros adorables de la fiesta de protectoras, se tuvo que flechear con el perro más raro que había visto yo, todo patas y orejas y flacucho, radiografías con perdigones y alguna que otra cosilla más, pero con esos ojos color miel y esa cara de no haber roto un plato en su vida.

Los cinco años más felices de mi vida, claro que es casualidad. Claro que no tiene nada que ver que haya sido mi compañera de miles de siestas de invierno compartiendo el mismo rayo de sol, yo en el sofá y ella en su camita. Miles de paseos. Miles de todo.

No me pidas serenidad, hoy no, pídeme que me arranque un brazo, que me arranque los ojos. Total, algo por dentro se me ha roto, respiro a duras penas.     ¿Será el pulmón?

No sabía que este silencio asqueroso iba a hacerme desear con todo mi fuerza que me estallen los oídos.

A partir de mañana la recordaremos elegantísima con ese perfil de dios egipcio. Nos reiremos contando las veces que nos hemos ido a pasear con ella sin ella, correa en mano, pensando en nuestras cosas y ella quedándose en casa. O en la calle, volver a casa y cerrarle la puerta en las narices y no enterarnos hasta que algún vecino nos avisa.

Me acuerdo de la fiesta de Sabina de Rock Girls, un cumple de sieteañeras a todo meter. Fer se llevó a Bilú que no entendía nada de aquel desparrame de niñas desatadas y achuchonas, Bilú que no ha sido nada cariñosa de dar besos. Llovía y en el parque la perra dio media vuelta y vino a casa, no sabemos cuánto rato estuvo en la calle, bajo la lluvia, hasta que una vecina me avisó de que había perdido a mi perro, que estaba en la puerta. Y yo le dije que si la perra estaba en la puerta, al que había perdido era a mi marido, que habían salido los dos juntos de casa.

Bilú y sus andares de top model patilarga, ultimamente de top model a la salida de una fiesta loquísima, su pata chula más rebelde que nunca.

Bilú dejándose pintar las uñas passion red. Dando catorce vueltas hasta encontrar su postura en la cama.

Poniéndose a dos centímetros de las visitas «a ver si este novato me da algo rico de comer».

Haciéndose la loca por las mañanas de invierno, mediotapándose la cara con la pata, en plan «noooo, quita, quita, yo no salgo ahora, con lo bien que se está en casita».

Quedándose  más inmóvil que el perro de Joey de Friends en el veterinario como sistema de defensa.

Asustándose muchísimo en el barco a Menorca y las niñas escondiéndola en el camarote, una maniobra que ya teníamos estudiadísima. Una mareando a la azafata con  el horario de las pelis y la otra la pasando por detrás. Para estar luego en el camarote como en la peli de los hermanos Marx, con la perra ocupando todo el espacio libre y nosotros trepando por las literas.

Yo cogiéndola en brazos para subirla y bajarla por las escaleras mecánicas, que me he puesto cachas en el gimnasio para pasear sus 27 klilos en brazos cuando ha hecho falta.

En la Piñana confundiendo una piscina con un charco grande, ¡es que era de campo! y Violeta tirándose al rescate.

Haciendo guardia en las cenas pegada a Sabina, quién le iba a guardar si no las pieles de la merluza y quién le iba a pasar a malescondidas las acelgas y el jamón.

No conseguí que llevara el abrigo negro que le compré, pensando que con lo delgadísima que estaba tendrá frío. le daba pánico y se quedaba clavada.

No conseguimos que jugara, que corriera detrás de una pelota como los otros perros. Ni que me diera besos con lengua. Qué más da.

A partir de mañana hablaremos de ella, de cómo corría en el monte, que solo veíamos la cola blanca como una pluma. Luego la perdíamos de vista un rato, y luego siempre volvía. Y sonreiremos con eso. Y eso me bastará aunque ahora no  entienda nada.

Yo sé que era feliz.

Un finde imborrable; 4 cosas que he aprendido.

El finde ha estado tan completo que se tragó al lunes y espérate, que ha dejado huella. Hemos hecho de casi todo lo que se puede hacer con una niña de 12 que ya no quiere planes de pequeña y a la que le gusta hacer cosas.

Que ya es mayor y se ofrece sola a recoger y limpiar después de la batalla pintar su habitación. De chorrocientas, las 4 primeras lecciones:

1.- No sé dónde están mis límites. Pintar con rodillo una pared está fuera. No diré más. Sí, los pintores cobran poco.

2.- El quitaesmaltes no quita la pintura. Mis uñas ahora son algunas rothkos otras pollocks en miniaturas.

3.- La belleza está en los ojos del que mira. ¡Qué gran verdad! Sabina está absolutamente fascinada y feliz con su nueva habitación rosa candy. Yo no paro de repetirme  el mantra: » menos es más» , pero aplicarlo ya será en otra vida.

4.- Tengo más energía de la que pensaba, -menos de la que quisiera- un no parar de arrastrar armarios y cómodas de cuarto en cuarto lo demuestra. Bíceps, para qué os quiero.

Estamos comiendo cuando aparece el presidente de la comunidad. Que si sé algo de una huella de mano rosa en la pared del garaje, al lado del grifo. ¿Y un reguero de pintura atravesando jardín, dices?

Pues no sé nada, no. Pero a mí el rosa me encanta.

Nunca Sabina había mirado tan fijamente unas judías verdes.

Soy actriz por un día. Pero eso es lo de menos.

Si tuviera pasta, le compraría unos pendientes de brillantes, pienso ahí parada, junto a la máquina de bebidas de una gasolinera de Badalona.  No tiene agujeros en las orejas. Pues un anillo, yo qué sé, una joya de verdad.

-«Silenci»… «Motor»…¡Acció! Sabina me mira, mira la máquina y señala un minibrazo de gitano de Elgorriaga con bastante pinta de grasas trans así a ojo, un paquete de mini oreos, y finalmente detiene su dedo frente a las galletas de «nata». Compruebo el número, tecleo A35 , hago como que introduzco una moneda. Sabina se agacha contenta y saca un Aquarius, me mira sonrientísima y me dice gracias. Le devuelvo la sonrisa, nos giramos y nos marchamos.

Esta escena la hemos repetido cinco veces. Cinco más el ensayo. Esta escena nunca hubiera sucedido si ayer por la noche no me hubiera dado por mirar el whatsapp, si es que… y eso que eran más de las diez y media que para mi huso horario es como las doce de alguien normal.

De Ita: «Perdona que te contacte tan tarde, ha sido un día de locos»»Mañana a las 9 en la gasolinera de Alfonso XIII en Badalona»» indicaciones de vestuario: nada de blanco, nada de negro, ni colores chillones, ni marcas, ni pantalones pitillo. La acción transcurre en 2007 Ah, nada de mquillaje. Traer varías mudas, rodaremos cuatro días». Dios, lo estoy leyendo en voz alta y poniéndome malísima.

¿Badalona? eso está pero lejísimos de mi zona de confort, ¿no? ¿Ni blanco ni negro ni qué? WTF! Tengo dos abrigos negros, uno blanco y solo pantalones pitillo. ¿Sin maquillar? Ni a mercadona voy sin pintarme los morros.

Todo esto lo digo para mis adentros claro, porque las niñas están emocionadas -«contéstale ya, dí que sí, que ok ,pero ya, va, mami». Y le digo que sí, que vale. En plan Richard Branson, di que sí y luego ya apagarás fuegos solventarás los problemas.

Así que estresadísima me veo a las once de la noche buscando en el cuarto de la plancha que es donde están los armarios con más fondo de la casa, ya me entendéis, y que no tiene luz porque una es artista multidisciplinar pero después de cambiar la bombilla y que siga sin funcionar ahí me he bloqueado. Linterna en mano buceo y saco lo que puedo, unos vaqueros un par de tallas más grandes, una parka caqui exactamente de 2006, que la guardo por motivos sentimentales y porque me costó un congo, un jersey marrón, otro gris. A Sabina la apaño con un abrigo heredado de su prima Paula, también de la época, un jersey gris de Violeta y ya. Preparo una bolsa con cuatro cosas más y me meto en la cama.

No pego ojo. Me cago en las redes sociales en general y en mi multiapasionamiento en particular.

Hace un par de semanas o así que vi en facebook a Silvia Pérez Cruz que estaba haciendo una peli, «Cerca de casa» . Soy una enamorada de Silvia desde Las Migas, tiene una manera de cantar que te toca el alma. Id a verla y ya me diréis. Cerca de tu casa la produce Loris Omedes que es el de Balseros y Lalia y Bucarest entre otras. El prota es Lluís Homar y la peli es un musical con el tema deshaucios. Interesante, ¿no?

Yo estaba emocionada perdida. Para financiar el proyecto, o sea la peli, lo hacen entre otros medios a través de goteo. Puedes aportar desde 10 € hasta lo que quieras, y como recompensa obtienes entradas, invitaciones para la premiere, un concierto privado de Silvia Pérez Cruz para doce personas,(aquí va un suspiro, ay…) ese en concreto son mil euretes. Pero también se puede colaborar de otras formas, como traductor para la peli o figurante. Y ahí que se me encendió la lucecita. ¡A Sabina le encantaría! Está súper motivada con el tema teatro y actuar.

Mando un mail a figuración tan mal redactado que no se entiende si la que se ofrece para figurante es la niña de doce años o soy yo, así que contesto que la niña, pero que si les va bien una cuarentañera que me apunto. Vuelve a estar mal redactado, por lo que veo, lo que para mí era una broma con punto- y- coma- paréntésis incluido, es contestado con un -«genial!,  contamos con vosotras el viernes 6».

La mañana ha pasado muy rápido: pruebas de vestuario, peluquería, maquillaje. Los camiones, los técnicos, la tabla de la plancha en mitad de la calle, líos de cables. Lo hemos disfrutado tanto, el ambiente era muy pro y a la vez nos hemos sentido muy acogidas. De hecho, solo estábamos nosotras como figurantes de Goteo y por eso hemos hecho una figuración especial, con actuación. Sí, Sí.

Ahora vuelvo al momento de rodar, junto a la máquina de bebidas, y veo a Sabina feliz, concentrada en su papel, haciendo de hija mía, y en ese momento he pensado lo de las joyas y lo he olvidado. He vivido con ella ese momento, sé que es un día que recordará siempre; cuando sea vieja y haya triunfado como actriz o no, eso es igual, se acordará de su madre que le acompañó en su primera película, en Lluís Homar que le miró un segundo de camino al set, en el bocata de tortilla tan bueno del catering.

Joyas que no son joyas.

Querido Rey Majo,

«¡Hola! Me llamo Sergio. Soy seropositivo (VIH), desde hace 18 años. Tengo una invalidez del 68% y cobro una pensión mínima.»

Así empieza la carta que tengo en las manos. Una carta que va dirigida a mí, que este año me he liado a ser «Rey Majo».

En este momento hago una pausa, una pausa dramática por narices. Es una pausa obligada por el maldito nudo que se me ha hecho en la garganta y es que no me esperaba una carta así.

Yo me ofrecí a ser rey majo por lo de vivir unos reyes magos con más sentido. Los de Mi Aportación lo llaman entregar cariño y recuperar la ilusión de regalar con un sentido solidario. Ponen en contacto personas en situación digamos desfavorable con reyes majos que este año les harán llegar un regalo de su lista de deseos.

Lapequeña aprovecha este momento para preguntar que qué es seropositivo y y que si voy a llorar. Nunca sabes cuándo es un buen momento para explicar lo del sida, ¿verdad? Nunca pensé que sería leyendo una carta a los Reyes Magos, o majos.

Después la carta habla de la recuperación de sus problemas de salud, al menos lo suficiente para ser autónomo y retomar su vida. Lo de «retomar mi vida»,ay!  me llega al alma, touchée. En el párrafo siguiente me cuenta que gracias a unos amigos ha encontrado un piso de alquiler asequible «pero necesitaré todo tipo de cosas para la casa como menaje de cocina, cubiertos, ropa de cama». La carta concluye » si podéis proporcionarme algo de esto seré muy feliz».

La carta es tan clara y ordenada que da gusto leerla. Como pasada a limpio, puede que alguien de la organización le haya ayudado. No sé. Más que gusto, dan ganas de salir corriendo a comprar platos y vasos y tazas de café, que es lo que hago. Elijo cada plato con más mimo que si fuera para mis hijas, que por una vez se ponen de acuerdo en los colores: gris y blanco.

Luego le escribo una tarjeta donde le agradezco su carta.

Dentro de nada, en el centro de día donde le están echando un cable, celebrarán una fiesta de navidad, y allí habrá un cariño envuelto en papel rojo con un lazo gigantesco dorado, (es navidad, ¿no?) para Sergio.

¿Qué me gustaría? Me gustaría que cuando comparta una cena con amigos en su nuevo piso, al poner la mesa diga algo como -«¿Sabes quién me regaló estos platos?»… y lo diga con una sonrisa, pequeña, pero de las que calientan el corazón, la misma que tengo yo ahora.

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El día en que perdí la voz, fui a la peluquería, cayó el diluvio universal, me dejé las llaves dentro y fui intérprete de un visionario en un recursi cinco estrellas antes del ensayo general. Un jueves como otro cualquiera.

Todo comenzó 48 horas exactamente, cuando me llamó Leonor desde Madrid para pedirme que acompañara como intérprete a un amigo suyo de Londres , que ella no podía y que tenía que ser alguien muy de confianza, que era un business meeting con el Barça, (¡el Barça!).

– «Leonor, estoy flipando», fue mi respuesta,  que eso se puede interpretar como que sí, pero en principio era como que no, como que tu estás loca o qué. Además que Leonor, por favor, que era la primera vez que hablaba con ella por teléfono, y aquí se estaba confirmando mi teoría de que hay personas con las que no hace falta casi nada para sentir que compartes en mismo punto de locura estás hablando en el mismo idioma.

Como gracias a 20.000 diás en la tierra – inciso, no os la perdáis aunque no seáis fans de Nick Cave, hacedme caso- he descubierto lo que me pasa, que es que soy un poco artista  y no que esté como una cabra, pues le dije que sí, que vale. Más en concreto le dije que me gustaría hablar con su amigo primero, para ver si se sentía cómodo conmigo y con mi inglés, y yo con él.  A los dos minutos sonó mi móvil, y no sé qué le dije pero él quedo encantado, y yo seguía flipando; algunos países de los que hablaba ni los sé poner en el mapa. Y de fútbol, ¡no tengo ni idea! Pero yo estaba súper buenrollista y positiva y venga pasar por mi cerebro quotes de esas de salir de la zona de confort  y todo eso.

Al día siguiente le dediqué más a mi falta de estilismo y cómo arreglarlo que a empollarme la historia del Barça o el mapa mundi, que también. Mi vida social se resume bastante en  pasear al perro, a las niñas e ir al cine del pueblo. ¿Qué me pongo para una reunión informal en un recursi cinco estrellas con todo tíos? menos mal que tengo hermanas inestresables y con whatsapp y face. Al final fue la chaqueta de cuero, sí, nada de ñoñerías.

El día D  me desperté sin voz, cosa que no me había pasado en la vida, ¿sería de los nervios,? El farmacéutico me dijo que no, que me chutase própolis y miel, y agua con limón. De la farmacia a la pelu a desgreñarme un poco, no era cuestión de presentarme en el Princesa Sofía al natural. Me dejaron en plan Olivia Palermo ideal ideal, eso que yo soy más de Alexa Chung.  Y de la pelu a casa… ay! ese pelasso-con-todo-de-ondas-to-sepsi… había desaparecido y eso que llevaba paraguas. Pero la lluvia era de escándalo, cómo rebotaba en el suelo, ¡mis botas nuevas! Y trepar por el balcón cual rey mago para entrar en casa, tampoco ayuda, el paraguas es complicado ahí, amigas.

Lo mejor es que seguía con muy poquita voz, así que nada de gritar de desesperación, ni lágrimitas, para qué, si no se veían con tanto chorreo.

Después de comer y dejar instrucciones en casa como si me fuera a la guerra, de llaves, niñas dejadas, niñas recogidas de extraescolares, la cena hecha, en fin, lo de cada día de mi vida, salté al tren. Llegué puntual puntual al estilo british. Conocí al amigo de Leonor y Micliente a partir de ahora.

Micliente resultó ser encantador con un aire al millonetis  de Anie, con su abrigo negro y sus zapatos educadísimos. Una de esas personas inteligentes que hacen que pasen cosas y que todo lo que pase sea fácil. Como todo el asunto es confidencial – cómo son los del Barça- pues no digo quiénes éramos pero el título podía haber sido «blancanieves y los siete enanitos» sino fuera porque eran todos bastante tiarrones.

Lo pasé muy peliculeramente,  en una butaca azul principesca, pegada a Micliente y con mi moleskine negra en el regazo, como cuando ves en la tele un presidente y su intérprete al lado. Mil veces al ver esa escena en un telediario había pensado, «jo! si fuera yo… cómo me vengaría si me cayera mal». O «cómo arreglaría el mundo interpretando a mi manera»  ¡Y ahora yo estaba ahí! Aproveché la ocasión y me divertí muchísimo…Total, dos horas donde aprendí un montón de lenguaje no verbal, de lo que se dice por debajo de las palabras. De business, y de fútbol…bastante poco, la verdad.

Así que si el próximo fichaje del Barça os parece un sin sentido sorprendente, ya sabéis a quién tenéis que darle las gracias. De la regañina por llegar tarde al ensayo general me libré echándole la culpa al Barça, cosa que por aquí cuela bastante.

 

 

Buscando mi voz

La sala de ensayos es espaciosa sin llegar a ser intimidatoria, o puede que sea esta iluminación,  favorecedora como la de los probadores de esas tiendas que ya sabemos, y mis dipotrías. El espejo gigantesco cubre toda la pared. No hay columnas, el suelo es negro como de plástico, las paredes que no tienen espejo, blancas y los zócalos, naranja. Es cerrarse la puerta y darme cuenta  de que no hay ventana. Eso no ayuda mucho. Y de una sirena roja que se ilumina cada vez que alguien llama al timbre de afuera. Es cerrarse la puerta y dar ¿ocho? pasos hasta mi silla, negra y reluciente, esta silla a la que me ha costado siete años llegar. Hay una teoría sesudísima de los ciclos de los siete años bla, bla.  Siete años cantando en el coro  en el que empecé taaan ilusionada y verde, y luego fui aprendiendo y sintiéndome guai y haciendo mejores amigas, y viajando y cantando y creciendo y riéndome muchísimo. Y el curso pasado, ah! el curso pasado. A final de curso me encontré en el punto de » ya no tengo ilusión» Punto al que se llega no de pronto, es el resultado de amigas que se van, gente que viene con la que no conecto, conciertos que se supone son los más importantes hasta ahora y en los que lo pasó fatal. De estar demasiado cómoda. Si eso tiene sentido. Quizá sí, también sea la teoría de los siete años y yo no soy tampoco la misma. El caso es que aquí estoy , en esta sala de ensayos donde voy a cantar sin partitura, yo sola, una canción elegida por mí misma, de alguien muerto hace menos de doscientos años.  Jardineadora: la que se mete en jardines y luego ya veremos como salimos. Pero es algo que me sale de dentro y sé que tengo que hacerlo. Ahora es mi turno y me levanto, las luces son mucho más intensas de pronto y el espejo confirma que la cara me arde. La boca seca, el corazón destrozando a golpes mi pobre caja torácica. Conecto el iPhione a los altavoces – «¿Oís algo?, es que solo oigo mi corazón como loco…» los demás creen que es una broma para romper el hielo. Ja, ja. De pronto empiezan tres minutos y cuarenta siete segundos de Love of my live, y mi voz suena milagrosamente entera y dulce y como andando por una cuerda floja con los ojos cerrados. Los demás no me conocen y aguantan la respiración porque no saben que no me caeré. Cuando acabo, que acabo, no me siento especialmente orgullosa, me siento al principio de algo que ojalá sea. Luego hay más veces y vienen las correcciones, los ejercicios, mi cerebro regañándome porque es todo tan diferente y nuevo que creo que no voy a poder. (De camino a casa me siento traidora y feliz)

Vacuna del papiloma. ¿En serio?

Vaya por delante que no soy antivacunas por sistema, ni antisistema por naturaleza. Vaya más por delante aún que no soy médico, que solo soy una madre con sentido común. Mis hijas están vacunadas como marca el calendario, y nunca me había planteado nada, hasta…, hasta llegar a la polémica vacuna del papiloma. Hace cinco años me tocó con la mayor, me tocó informarme y sufrir. Casi me hice un máster de la cantidad de documentos que estudié, me acuerdo que los imprimía por la noche para poder leerlos con atención. La mayoría en inglés, la vacuna había comenzado a comercializarse en Estados Unidos allá por el 2006. Tengo que decir que conté con la ayuda de un gran amigo, que además de buen amigo, por aquel entonces era jefe del servicio de farmacología de uno de los hospitales de referencia de Catalunya, y me dio mucha tranquilidad. Conté también con la desayuda del cole, donde me facilitaron 4 páginas más de información, al final de las cuales tenía que contestar si sí o si no se iba a vacunar mi hija, y si no, por qué. Me sentí un pelín presionada, y perpleja a más no poder. Para mí el asunto no había por dónde cogerlo, estaba tan claro. (Y la pregunta , en caso de tener que hacerse, ¿no debía ser por qué quiere usted  utilizar a su hija como conejillo de indias con un fármaco que todavía no ha demostrado su eficacia y sí ser altamente arriesgado no?).  Añádanle la cara de mi hija preguntándome por qué era la única de su clase que no se vacunaba. «Eh, mami, por qué» Luego pasé página y di por zanjado el asunto, a mi qué los líos de políticos y laboratorios. Hasta que de repente es la pequeña, que viene el primer día de cole, el primero, no el segundo ni en la reunión de padres que es esta tarde, preguntándome si la vacunan en el cole o en el médico. Respiro hondo. Miro el video de Teresa Forcades y me escandalizo y me aclaro a la vez. También  me entran ganas de ser científica, (de ser monja, no, pero casi) Respiro más hondo, y vuelvo a leer sobre el tema: la OMS recomienda su vacuna, con dos enlaces a Merck, ¿Merck? son los laboratorios que comercializan la vacuna? Pues si que… ¿Merck? ¿No son los laboratorios tan célebres por haber sido multados con una cifra multimillonaria al ser el Vioxx el causante directo de 3.000 muertes y más de no sé cuantos mil infartos en cinco años? Parece que sí. Que en 2005 falló el juicio y qué más da, si ganaron con las ventas del Vioxx más que lo que pagaron de multa. Ahora, a ningún directivo se le ha movido un pelo. Ah! un detalle, habían realizado estudios previos y bueno, que como no había forma de maquearlos, los habían guardado en un cajón. Y esto no le mola a un juez. Pero me voy del tema. El tema es la vacuna del papiloma, si sí o si no. Lo cierto es que se ha hecho todo tan mal con esta vacuna que no hay por donde cogerla. ¿Sabías qué? La vacuna empezó a comercializarse saltándose los protocolos de tiempo y sin haber comprobado su eficacia. Hay dos vacunas, Gardasil y Cervarix, la primera protege frente a 4 virus, 6, 11, 16, 18 ,la segunda, frente a dos, el 16 y 18. Téngase en cuenta que hay unos 100 tipos de virus capaces de generar cáncer de cuello de útero. En España, los virus 16 y 18 causan el 56% de los cánceres. Ups!  ¿no nos protegen del todo? A los cinco años de ser administradas las vacunas, a un tercio de las niñas ya no les hacía efecto la vacuna contra el virus 18. Puesto que se pone a los 11 años, entonces a los 16 ya no, y bueno, casi debería ser esta edad más conveniente, ¿no? suerte aquí, en Colombia las vacunan a los 9. De las 30 vacunas que se comercializan habitualmente, la del papiloma concentra el 60 % de los efectos secundarios grades, como parálisis, ceguera, o muerte. En India se ha dejado de administrar después del fallecimiento de 5 niñas, y después de esto va el laboratorio, y saltándose al gobierno, realiza ensayos este verano con el resultado de dos niñas muertas más. No comment. En Holanda van a dejarla de administrar, en Japón igual. Podría seguir con las asociaciones de víctimas y mil cosas más. Para marketing del miedo ya están los laboratorios, el eco de las instituciones y los colegios que obran con la mojar de las voluntades, quiero pensar. El caso del colectivo de enfermeros de atención primaria que se ve recompensado con 2.000 euretes extras al año si consiguen , entre otros objetivos, «vender» la vacuna, no he podido confirmarlo. Me parece raro. Tres cosas al respecto: 1.-La infección por papiloma humano es la infección de transmisión sexual más frecuente. Creca del 80% de las mujeres la padeceremos a lo largo de nuestra vida. En el 90 % de los casos , se resolverá sin que nos enteremos, remite espontáneamente gracias a nuestros propios anticuerpos. 2.- Desde que se origina la infección hasta que se manifiesta  en forma de lesión en el cuello del útero pasan entre 20 y 40 años. 3.- Existe una prueba, el test de Papanicola0u, la citología que nos hacemos cada año en el gine, que sirve para detectarlo. Es recomendable hacer esta prueba a partir de los 21 años, aunque ya se tenga vida sexual activa, antes de esta edad el riesgo de contagio es muy muy pequeño, y cada tres años. En caso de que se detecte en una fase primaria, se elimina con seguridad en el 100 % de los casos. Fin de la historia.   Esta tarde mi fama de mamá conciliadora superpacífica siempre al lado de la ley y el orden establecido, a la mierda. Lo veo venir.

Ahora que no está.

En la maleta no han cabido tantas cosas, algunas no ha querido, otras no se ha podido, y las que nos hemos olvidado.

La chistera negra que llevaba para ir por casa bastante de vez en cuando, el bolsito de flores que le regaló Pili, con medio paquete de pipas churruca atado con una goma amarilla y un billete de diez, propinilla de la abuela cuando estuvimos por Zaragoza. El anillo verde mint con un lacito que se ponía en las ocasiones, o sea, un día sin otro, el rosa fosfo. Un plumas lila que no cupo a última hora. 

Los vinticinco kilos de maletoncio que hice y deshice tres veces en la mañana en la que sudé todo lo que no he sudado este verano raro. No pudieron ser leche condensada, nutella sólo un bote, botas, y en cambió le dimos prioridad a su cajita de música con una niña y un girasol dibujados en la tapa que la abres y suena » Here comes the sun«.  También, claro, los regalos que compró para su familia.

El primer día que llego, me acuerdo, fuimos a un centro comercial para comprarle un bikini y un pantalón al menos, porque toda la ropa que le había preparado era gigantesca. Ehyeiba no quería nada para ella, pero para su hermanita, un bebé de diez meses, compramos un vestidito blanco con topitos naranjas y una camiseta de un osito. A su madre una chaqueta de punto de seda azul marino, y otro día en un mercadillo quiso unos pendientes de brillantes con perla. (Así es de clasicota la niña, digo, de elegante). Unas bailarinas negras para su hermana mayor.

Para los niños, unas pinturas de dedos para el pequeño y una sudadera con capucha Tommy Hilfiger gris para el mayor. 

Luego he metido libretas, lápices, rotuladores, tijeras, pega, cremas, paracetamol, sus medallas y el albúm de fotos. Se lleva también y sin permiso un trozo pero grande de nuestros corazones, casi sin darnos cuenta la muy ladronzuela, y no sólo mío.

Deshago el lío de sábanas que es su cama y aparece su osito de peluche blanco, – Olaf, sí, por Frozen – Salgo a la terraza a tender y me clavo en el pie un muñequito, es Sonia, la madre de su familia playmobil .

En el iphone tengo todavía el teclado árabe. Entro en la cocina y está la cestita de sus medicinas con la jeringa ahí, ahora sin sentido. Me veo ahora en el salón con el super glue en la mano, pegando el pico del pato que hizo con barro. Mientras me cepillo los dientes miro el vaso donde ha quedado el naranja, el suyo, y esa visión me pellizca algo por dentro.

 No sé cómo una niña tan pequeña ocupa tanto, ahora que no está.

 

 

 

camino

Esta es la foto que resume estos dos meses, el camino tenía alguna curva inesperada.

Ah! y el sol que ya sé por qué lo hemos visto poco;  ¡porque lo tenía yo en mis manos!